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Ciudad de Buenos Aires, a 6 de octubre de 2018. 
           

           Colegas de Brasil

 

 

 

 

En enero de 2018, en un curso sobre Derecho constitucional sudamericano (Facultad de Derecho, UBA), señalé que Brasil cumpliría en octubre "30 años de constitucionalismo". Un hito en su historia. Aunque el reformismo extremo no le ha caído bien al “texto príncipe”, los enunciados cubren la posibilidad de una democracia, una forma de ordenación política. Las constituciones son normas procesales por excelencia, un precioso instrumento para decidir las personas que han de gobernar y el cúmulo cerrado de sus competencias determinadas. "Un manojo de palabras" escritas con cordura y a veces con sueños que causan insolación y la colocan al borde de sus cualidades. 

 

Brasil, además, por derecho propio de sus ciudadanos, encierra y muestra una de las democracias más grandes del mundo, en la que para elegir a los servidores públicos de los departamentos políticos, deben participar, obligatoriamente, todos los individuos que forman la razón estatal y quedarán sometidos a su ordenación. 

 

Sin embargo, la democracia es un método y dentro de los métodos: ideal. No más que eso ni menos tampoco. 

 

Las ideas político-constituyentes de 1988, innovadoras y por momentos sobreabundantes, ahora, podrían caer en estado de debilidad o agotarse. En ese mismo curso de enero de 1988, también señalé, que se podía repetir la llegada de un “inepto” a la magistratura presidencial, tal como sucedió en el siglo pasado con otro inepto, Collor de Mello…cuya ineptitud hizo colapsar y colisionar la vida institucional de los brasileños. 

 

La reaparición del "viejo estado de cosas", dictatorial y autocrático, podría negar un paradigma capital: la costura de la democracia constitucional. 

 

La restauración que se insinúa no podrá ser detenida ni calmada, razón por la cual, puedo entender la preocupación trascendente de todos los colegas que comulgan y practican el constitucionalismo. 

 

Así, pareciera que en la historia de nuestras comunidades, en tanto existe un paso decisivo al desarrollo (la Constitución de 1988 y sus enmiendas infinitas), podría suceder un bárbaro (Sigo al DRAE: "fiero, cruel, arrojado, temerario, inculto, grosero, tosco" e incivilizado por antidemocrático), cuyos dislates de trayectoria y campaña por su aniquilamiento de la democracia, merece refutación inmarcesible. Una dialéctica perversa...

 

Abundaría una nueva idea...que la democracia constitucional sudamericana, en una de sus versiones patéticamente absolutistas, inauguraría un proceso encaminado a su suicidio o demolición.... Me ilusiono en el hecho que de esta pequeñísima escritura fuese totalmente errada y sus intenciones no merezcan comentario. Porque mi mejor punto de partida es que carezco de aptitudes para las profecías, pero defiendo a rajatabla las convicciones democráticas, elementales para la coexistencia y la construcción de una comunidad en paz.

 

 

Raúl Gustavo Ferreyra

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