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Alta inflación en el año 2018

 

 

 

 

El IPC durante el mes de diciembre creció un 2.6 % con lo cual este indicador totalizó un record inflacionario para todo el año 2018 del 47.6%. Hay que retroceder hasta el año 1991 para encontrar una cifra mayor. Ese porcentual anual representa un promedio mensual de inflación del 3.3%.

 

Los rubros de mayor crecimiento durante el último mes del año están fuertemente relacionados, como en meses anteriores y como es de prever para los primeros meses del año 2019, con la evolución de los precios de sectores regulados: Comunicaciones 7.7%, Salud 5.2%, Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles 3.0%.

 

Al hacer la comparación anual en relación al año 2017 encontramos, por un lado, un fenómeno similar, el crecimiento de los precios regulados, producto de los fuertes incrementos tarifarios y de los combustibles que se vienen implementando desde comienzos del año 2016: Transportes 66.8% y Comunicaciones 55.3%; pero por otro lado, aparece el fenómeno de la repercusión de la importante devaluación de la moneda nacional acontecida a partir del mes de abril de 2018, que ha impulsado el aumento de los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas que alcanzó el 51.2%, es decir, por encima del Nivel general.

 

Cabe recordar que la cotización de la divisa norteamericana tuvo un aumento del 103.8 % (dólar mayorista) durante todo el año 2018 y del 87.5 % desde el mes de abril hasta fines de dicho año. Esta amplia devaluación repercutió en el precio de los bienes comercializables, o sea aquellos que tienen como origen las importaciones o como destino importante las exportaciones. Entre estos últimos, en el caso del IPC, resaltan los Alimentos, que si bien en el mes de diciembre tuvieron un comportamiento por debajo del Nivel General, con una suba de 1.7%, para todo el año su evolución fue del 51.2%. Esta situación impacta en el poder adquisitivo de los salarios, de las jubilaciones, de las asignaciones sociales, de los ingresos de los monotributistas de las categorías más bajas, y es una de las razones de mayor peso en el retroceso que muestra el consumo.

 

En estos informes mensuales venimos haciendo un seguimiento de los precios de productos alimenticios básicos, que aumentan por encima de los promedios[1]. Veamos algunos de ellos. El caso más notorio y significativo es el de la harina que en un año su precio acumuló una suba del 174.9%, lo que repercute a su vez sobre otros productos para los cuales se usa como un insumo básico, por ejemplo, en los fideos secos cuyos precios promedio subieron un 101% y en el pan francés con un aumento del 81.2%. Puede mencionarse también el caso del aceite con un incremento anual del 76.1%, del arroz, 74.7% y de la yerba mate 71.2%.

 

No deja de llamar la atención que en el mes de diciembre el indicador de precios minoristas tuviera una baja respecto de las tasas de incremento de los meses anteriores, siendo que tradicionalmente el último mes del año es de mayor aumento de precios. La inflación del mes de septiembre fue record en el año, 6.5%; bajó un punto en el mes de octubre, 5.4%; con un nuevo descenso en noviembre, 3.2%. Voceros gubernamentales se entusiasman con este proceso, sin embargo, hay dos cuestiones a analizar que limitan dicho optimismo. Por un lado, el descenso en los porcentuales de incremento tiene mucho que ver con tres factores fundamentales en la actual coyuntura: una relativa estabilidad cambiaria desde fines de septiembre, una dura política monetaria que mantiene altísima las tasas de interés y una marcada recesión económica con caída de la producción, el empleo y el consumo.

 

En efecto, después de tocar un techo a fines de septiembre de casi $ 41.- la cotización del dólar mayorista se ha mantenido relativamente estable entre los $ 38 y $ 39. Por su parte, el Banco Central ha sostenido una muy alta tasa de interés como forma costosa de mantener a los inversores en pesos y evitar una mayor dolarización de las carteras, al mismo tiempo que les ha permitido a las entidades financieras integrar sus encajes con activos remunerados. En lo que hace a la actividad económica, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) que registra el INDEC viene dando negativo, en relación al mismo mes del año anterior, desde abril de 2018, y en algunos meses con tasas negativas mayores al 6%; la tasa de desocupación abierta llegó en el tercer trimestre del año al 9 %, lo cual involucra a 1.168.000 personas sin trabajo alguno ; mientras que la mayoría de los indicadores de consumo, gubernamentales o privados, globales, sectoriales o por productos, registran caídas de importancia que se relacionan con los menores ingresos reales de una parte significativa de la población.

 

Por otro lado, es de esperar para el primer trimestre del 2019 un sostenimiento de las tasas de inflación derivado de los aumentos tarifarios que ya han sido anunciado que se irán aplicando en el curso de los primeros tres meses del año. El caso más significativo es el del transporte.

 

La inflación mayorista

 

Por su lado, el Índice de Precios Internos al por Mayor (IPIM) después de haber tocado un máximo de nada menos que del 16% en el mes de septiembre, tuvo un aumento del 1.3% en el mes de diciembre, con lo cual acumuló en todo el año 2018 un 73.1 %, dando cuenta de la situación de muy alta inflación que caracterizó a dicho año.

 

En las cifras del indicador de precios mayoristas puede observarse que a pesar de los valores más bajos registrados en los últimos meses, cuando uno realiza la comparación anual aparecen rubros significativos con cifras en el entorno de los tres dígitos.  Veamos algunos casos.  En la evolución anual los productos importados crecen un 104.8%, reflejando las repercusiones que sobre los precios tuvo la devaluación del peso, y dentro de los productos primarios (82.7%) los productos pesqueros subieron 101.9% y petróleo y gas 105.5%. Para el caso de los productos manufacturados (68%) los mayores aumentos corresponden a los sectores Vehículos, carrocerías y repuestos (90.6%); Máquinas y aparatos eléctricos (87.3%); Sustancias y productos químicos (86.8%); Productos metálicos básicos (82.4%), y Productos refinados del petróleo (81.1%)

 

La evolución de los indicadores de precios analizados pareciera indicar que la estrategia gubernamental para detener la inflación no ha sido la más acertada. Por un lado, existen contradicciones entre la intención de bajar la inflación y ciertas decisiones políticas que se traducen en fuertes aumentos (combustibles, ajustes tarifarios y de otros servicios como la prepagas y la estrategia cambiaria) y por otro lado, los planes antiinflacionarios basados exclusivamente en las restricciones monetarias y en el ajuste fiscal acumulan varios fracasos en la historia económica argentina.

 

La inflación cambiaria

 

Las concepciones que nutren a los funcionarios del Gobierno Nacional le atribuyen al déficit fiscal ser la principal causa de la inflación en la Argentina, no solamente en la actual coyuntura sino en la particular historia económica de nuestro país que muestra una persistente y casi permanente inflación.

 

Sin embargo, cuando uno analiza situaciones como las que atraviesa la economía argentina, sobre todo desde comienzos del 2018, puede verificar fácilmente que la aceleración de la inflación pareciera tener otras causas. El incesante aumento de los precios durante el año pasado está más vinculado a la fuerte devaluación de la moneda nacional que al déficit del sector público.

 

Hace algunas décadas el economista y empresario Marcelo Diamand denominó a este tipo de fenómeno como “inflación cambiaria”. Para él este tipo de inflación no proviene del exceso de demanda con respecto a la oferta, ni de la situación fiscal debido a un elevado gasto público, sino que se origina a partir de las devaluaciones de nuestra moneda en forma directa y como consecuencia del desequilibrio del sector externo en forma indirecta.

 

En su enfoque, la inflación aparece claramente asociada a la puja por los ingresos, al decir que “en vez de culpar al exceso de liquidez por la inflación hay que atribuir la culpa por ella a la puja por los ingresos y movilizar los esfuerzos por desactivarla”. Está claro que una devaluación, si no existe ninguna herramienta compensatoria, implica una traslación de ingresos a los sectores exportadores; en la Argentina particularmente hacia el sector agropecuario. Y como nuestro país es básicamente un exportador de alimentos, los incrementos de precios internos derivados de una devaluación de la moneda implican un deterioro de la capacidad adquisitiva de los salarios, en especial, de los más bajos que se gastan mayormente en productos alimenticios. Hemos visto más arriba como durante el año 2018 la suba de los precios de ciertos alimentos básicos en el consumo familiar ha estado muy por encima del promedio general (pan, harina, aceite, fideos, yerba mate, entre otros).  Es decir, se desarrolla un complejo mecanismo que transfiere ingresos a favor de los sectores exportadores y de grandes productores agrarios y a costa de la reducción del salario real.

De todos modos, la reducción de las tasas de aumento de los precios pareciera reflejar cierta tranquilidad para la política gubernamental. La tasa de inflación contemplada en el presupuesto 2019 es del 23 % que implica una reducción importante sobre todo a partir del II trimestre del año. Nótese que para alcanzar esta cifra el aumento promedio mensual de los precios debería situarse en un 1.7 %.  Según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (R.E.M.) que lleva el Banco Central las expectativas para la inflación del 2019 la elevan al 28.7%. Por lo que venimos diciendo una clave habrá de ser la evolución del tipo de cambio. El Banco Central ha fijado una banda de oscilación o una zona de no intervención cuyos valores al 22 de enero estaban fijados en 37.8 y 48.7 pesos por dólar. Alcanzar el extremo superior implicaría una devaluación del 26%. La pregunta es si en un año electoral podrá mantenerse esa banda. En todas las elecciones presidenciales últimas ha habido una fuerte presión sobre la cotización del dólar.

 

Dadas las condiciones de la economía argentina no pareciera que en las elecciones del 2019 habría una excepción a dicho comportamiento. De cómo ello se dé en la realidad dependerá no solamente el resultado de la evolución de los indicadores de precios.

 

 

Américo García               

Enero 2019

 

 

[1] Se toman los precios relevados para el Gran Buenos Aires. Es importante esta aclaración porque en algunos productos hay diferencias significativas con lo que ocurre en otras regiones.

 

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